Preguntas,
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Grito almas
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Grito almas
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De lo que hablamos fue que una movilidad de su colegio pasaba justo delante de mi casa. No sabía si decirle la verdad de a quienes vi ese día. Ese viernes. Un 15 de, aquel mes frío, de Julio. Yo sabía que ahí, en esa movilidad, estaba el chico que a ella le gustaba pero ni cagando se lo decía. _No vi a nadie que conozco_ Eso le dije.. Ella me comentó lo que había hecho en su clase de historia. Que cada día se aburría más y que su profesor de matemáticas la amaba. Yo sólo escuchaba su voz. Una voz tan dulce. Una voz femenina que, a mí, me enamoraba. No necesitaba más para poder sacar una sonrisa. Con una sola palabra de ella yo ya estaba de oreja a oreja. Ella era así. Pero para qué adelantarme tanto a lo que en realidad pasó con ella. Pues de ella no volví a ver.
Todo había comenzado hace dos años y pico. La conocí de la nada. En la fila de un Bembos que a ella se le cayó su comida encima mío. Un desastre nuestras primeras palabras porque de su boca sólo salían lisuras (dulzura para mí, ojo). Desde ese día me quedé con su cara grabada y fue tan amigable que terminamos almorzando juntos. Riéndonos. Yo estaba en cuarto años de secundaría y ella en tercero. Me contaba que su cole ese era el año más arduo de todos. Pero como dije sus palabras sean lisuras o otras en diferentes casos eran dulzura para mí. Qué locura la manera de encontrarse con alguien no? Bueno, conversamos y seguíamos conversando con los días. Solíamos ir al parque a hablar o agarrarnos de la mano.
-¿Qué pasa? ¿Por qué estás así, Alfredo?
-Nada, en mi casa están que me joden…
-Y¿por qué?
-No sé bien cuál es el problema que tienen ellos conmigo, Sofía.
Ese día de hace ya más de dos años en el parque no hablamos más. Por ahí no mirábamos (su mirada era tan sincera e inocente). No sé por qué no hablamos. Era algo que pasaba cuando ella estaba esperando que le diga algo. Pero nunca le terminaba diciendo algo. Talvez por mi comportamiento tan depresivo que me hacía callar y encontrarme con esa bella soledad pero acompañado por Sofi.
Todos los días salíamos. Vivía ella relativamente cerca de mi casa. Yo vivía en un edificio en la Av. Pardo y ella en el malecón. No hablábamos por celular ni por teléfono. No me gustaba hablar por ahí; muy frío. Solíamos comer en la Súper Rueda y bueno, yo invitaba. Eso sí, si nos movíamos ella pagaba taxis o los micros.
-Alfredo vente a mi casa.
-¿Pa’ qué?
-Estoy aburrida, me siento sola.
-Bueno, bienvenida a mi mundo. Salgo en un toque.
Ese día recuero la fecha, era verano. Febrero 3. Caminé hasta su depa y subí en ascensor. Ella me abrió no había nadie en su casa. Me abraza (no solía hacerlo pero lo acepté). Luego me agarró de la mano y me jaló hasta su cuarto. Su dormitorio olía a chica limpia y yo a cigarro barato. Vimos una película. Nadie hablaba; mejor. Me agarró la mano (no me sorprendí, era algo común entre nosotros). No pasaron ni 5 minutos y estábamos desnudos fornicando en su cama. Detestaba que pasara eso. Tiraba sin ganas. Técnicamente, yo no existía. Sólo mi pene. Era un robot. No sentía, no podía sentir. En ese momento estaba siendo violado. Era un cadáver que miraba, olía, tocaba pero no sentía. No sé si les ha pasado pero lo peor para mí era tirar con mi mejor amiga.
Cuando pasaba un hecho como este no nos veían por dos días. Hasta que se me pase el trauma de ser violado. Hasta que sienta que nunca pasó. Y bueno, era ya un 7 del mes de Febrero y decidimos ir al Bembos. Nunca habías ido ahí quedando. Pues la única vez fue la vez que la conocí y pasó toda ese baño de dulzura/lisuras.
-¿Qué te pediste Alfredo?
- Papas y gaseosa. No quiero gastar hoy tengo una cita. Mentí.
- ¿Con quién oe?
-Con una amiga. No la conoces. Volví a mentir.
Terminamos de comer. Sólo hablábamos cojudeces. Pero eso era lo bonito de esa relación. Se podía hablar de cosas serias como de cojudeces. Ella igual me hablaba distante creo que le daba celos esta chica con la que iba a salir. Pero era mentira. Sólo quería ver su reacción. Qué buena, me reía en el camino. Le daba celos una chica ficticia.
Siempre había querido una cosa así. Pero que le de celos fue lindo. Me encantó, me enamoré. Creo que me estoy enamorando de ella. Son ya, 4 días que no la veo, ni le hablo. No sé qué decirle. Creo que me gusta. Sentía que sí podía con ella. Y me dije, llámala, no seas tonto. Pero no podía, era muy difícil para mí llamarla y más ahora que sentía algo por ella.
A los días me llamó:
-Oe, imbécil ¿Qué pasa que no me llamas?
-Perdóname, tenemos que hablar.
-Qué raro eres. En 10 minutos en el parque.
Cortó y no sabía si decirle la verdad o meterle un palazo. Esta con mucho miedo. No sabía qué decirle. No quiero cagarla con ella. Es muy linda para un chico tan feo, malgeniado, asado, y tonto como yo. No puede ser. No sabía qué hacer.
Me puse mi mejor ropa y fui a darle el encuentro al parque. Caminaba apurado y a veces bajaba el ritmo de mi paso. Con un cigarro en la boca y con mi periódico deportico en las costillas me dirigía al parque. Con cara de asustado o recién salido de la cárcel y teniendo un trauma porque lo violaron ahí.
Llegué al parque y estaba ella ahí. Linda. Sentada en la banquita, muy tranquila, sumisa. Era como para hacerle un cuadro. Me acerqué ya muy lento y botando la última tira de humo de mi cigarro. Me acababa de bañar y ella estaba bañada también. Me miró, me saluda, olía tan rico.. Me mira y me dice:
-Y, ¿Qué te pasa?
-Nada, tengo que decirte algo.
-¿Qué tienes que decirme? Apúrate.
-¿Estás apurada, o qué?
-Sí, saldré con Carlitos..
Apenas escuché el Carlitos salí corriendo dejando en la banca mis cigarros y mi periódico. Dije que todo era mentira. Que todo era un fracaso para mí. Que todo estaba hecho mierda. Estaba triste. Quería pegarle a Carlitos aunque no sabía ni quién diablos era. No quería saber tampoco. Seguro más guapo, con más plata y más divertido que yo. Me sentí un imbécil intentando decir que la quería a ella, que me gustaba y ella me soltó eso. Me cagó. Me dejó mal parado. Me hizo mierda con tan sólo cuatro palabras.
Llegué a mi casa y me tomé una pastilla para dormir. Pensé en tomarme todo el frasco para morirme y luego, ya fantasma, ver mi velorio y verla llorar por mí. Pero no me atreví. Necesitaba más huevos para hacer un acto tan fuerte como el de un suicidio por una mujer. Quizás la indicada como, quizás no. Quería olvidarme de todo. Desde ese día odio a todos los “Carlos”.
Pasó una semana en la que me llamaba y llamaba. Me escribía por el Facebook hasta que aprendí a eliminar a amigos. La eliminé, la borré de mi celular. No quería saber nada de ella. Me hizo daño. Si sé que era una tontería pero no sé, eso sentía en ese momento. Era crítico para mí.
Dos semanas después de todo el problema fui a dar mi paseo. El de siempre, con una cajetilla y un libro, estaba vez era Bécquer. Me la encontré a ella caminando. Me empujó y me dijo gritándome:
-¿ Qué mierda te está pasando?
La miré, lo más dulce que podía porque me perdía en sus ojos.
-Mira, Sofi, a mí lo que me está pasando es que me …
No sé que me pasó. No me salían las palabras. Me quedé mudo, le di un abrazo lo más fuerte que podía. Me abrazó con la misma intensidad. Nos amamos. Me acerqué a su oído y le dije:
-Perdóname, soy un imbécil. Perdón. Te necesito en momentos malos y en cosas buenas. Perdón, perdón, perdón.
Bueno, la amistad volvió a hacer la de siempre. Pero me seguía gustando, cada día más. Algún día le tenía que decir, no me podía quedar haciéndome el que no me gusta cuando estaba con ella. Quería abrazarla más, sentir su olor. No sé qué demonios me pasaba. Eran las feromonas…
-Oye, estoy con la regla. Me siento pésimo. Me siento fea, hinchada. En mi casa ni me soportan.
-Bueno, yo tampoco te voy a soportar si te pones muy pesada conmigo ah!
Nos reímos y me respondió:
-No hay forma, Alfredo. Tú me soportas sí o sí.
Seguimos caminando. Siempre caminábamos. Bueno, casi siempre, era algo común en nosotros. Yo fumaba, ella me contaba tonterías. Esta vez hablábamos de que el verano ya se acababa, que se había pasado rapidísimo. Eran cojudeces, yo quería ponerme al frente suyo y decirle: Oye, me gustas, puedo ser tu enamorado? Puedo darte un beso?
Era estúpido. No me iba a aceptar. Me iba a decir: ¿Estás enfermo? ¿Te sientes bien? Era en vano decir lo que, realmente, sentía.
Los días siguieron siendo los mismos. Per unas noches después ella llegó a mi casa corriendo y gritando mi nombre mientras que corría. Me preocupé demasiado, creí que le habían robado. En transcurso que bajaba a mi puerta me imaginaba que le pegaba al choro y me convertía en su Héroe, en su protector, en su ángel de la guarda, así ella iba a sentirse segura conmigo, iba a querer estar conmigo. Iba a ser su Hombre.
Llegué a la puerta, estaba llorando. No sabía qué le había pasado, me vio y me abrazó.
-Sofía, ¿Qué te pasó? Estaba bien preocupado.
-Lo peor del mundo. Estoy destrozada.
-¿Pero qué te ha pasado?
-Carlos. Lo vi besándose con una chica.
-Ay, Sofi, no le des importancia. Es un imbécil.
La abracé. Estaba a punto de llorar yo también. No podía aguantar lo que ese idiota, tarado, tonto, le había hecho a Sofía, mi chica. Me las iba a pagar. ¿Quién se había creído? Sofía era la chica más linda que había conocido en mi vida (y seguro que en la de ese tal “Carlos”)….